Es
posible que los adultos y padres de familia, buscando el camino para no
sucumbir ante la situación actual, se encuentren nadando en dos aguas: por un lado,
la responsabilidad y el sentido común y por otro lado la fatiga pandémica,
histeria colectiva, falsas creencias, saturación de la información, aislamiento
y negación, entre otros.
¿Cuál
debe prevalecer? El comportamiento centrado en el sentido común y la
responsabilidad, a la luz de la revisión de creencias y valores manifestados en
nuestra conducta, ante los hijos, nietos y familiares, independientemente de
esta fatiga pandémica. Es necesario detenerse para revisar el sistema de creencias, pues ha
pasado un año de la presencia del virus en nuestras vidas y aún hay muchos que
NO creen en su existencia y piensan que el coronavirus es una tontería o
algo inventado, por tanto no
existe una actitud responsable,
que ayude a controlar la propagación del virus, aunque no podemos negar
el incremento de casos, sea por la nueva cepa o sea por el relajamiento de los
cuidados y restricciones. ¿Qué podemos hacer?,
Enseñar el significado de la
responsabilidad a través del testimonio de vida y de palabra, al respecto decía
San Agustín “La palabra convence, pero el testimonio arrastra” y los hijos
aprenden por modelamiento las conductas de los padres. Ofrecerles el valor de
la responsabilidad es útil para su presente, y también para que en el futuro
puedan asumir conductas cónsonas ante la sociedad. Algunos ejemplos sencillos para practicar:
dejar de ir a sitios concurridos, reuniones, fiestas y celebraciones para
protegerse a sí mismos y a los demás, con esto le demostramos que no estamos
haciendo lo que nos gusta sino lo que es necesario para cuidar de nosotros
mismos, de ellos y los demás, pues la fatiga pandémica requiere del ejercicio
del sacrificio y responsabilidad, pero también es un ejercicio de ejemplo de
resiliencia y manejo de estrategias de afrontamiento.
Msc. Deborath Camacho
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